La Yugoslavia de Tito

 

Viendo el odio nacional fomentado en lo que fue Yugoslavia por las diferentes camarillas burguesas y por el imperialismo, y sus resultados (matanzas, paro masivo, barbarie), es absolutamente comprensible que muchos trabajadores, de la zona y de todo el mundo, tengan una imagen idealizada de la Yugoslavia de Tito. Y, desde luego, los 40 años de Yugoslavia "socialista" han sido la mejor época que han podido vivir los yugoslavos. La Resistencia había demostrado que era posible superar los conflictos nacionales, siempre y cuando se desplazara a las viejas camarillas reaccionarias y chovinistas y se acabara la explotación capitalista. De hecho, la planificación económica permitió que entre mediados de los 50 y principios de los 60 la producción creciera a un ritmo de más del 10% anual. Sin embargo, independientemente de las intenciones de los dirigentes, cualquier régimen de planificación burocrática lleva el germen de su propia crisis.

El aumento del nivel de vida fue una de las bases para aumentar la cohesión nacional yugoslava. La otra fue una inteligente política nacional. Yugoslavia se estructuró como una federación de seis repúblicas: Serbia, Croacia, Eslovenia, Montenegro, Macedonia y Bosnia-Herzegovina. Además, dentro de Serbia tenían autonomía la Voivodina y Kosovo, autonomía que fue reforzada en 1974 para equipararla a la de las seis repúblicas.

Hasta ahora, en este artículo, no hemos hablado casi nada de Bosnia-Herzegovina. No por capricho. La población de esta zona es, casi homogéneamente, eslava, es parte del mismo pueblo que los croatas y serbios, que, como sabemos, sólo empezaron a diverger con la invasión turca. Las diferencias son mínimas entre los serbios, los croatas y los llamados musulmanes; básicamente, es la religión. Cuando llegaron los turcos, prácticamente todos los señores, y una parte importante de los campesinos, se islamizaron. Creando la República de Bosnia-Herzegovina, en vez de repartirla entre Croacia y Serbia, Tito consiguió que las dos principales nacionalidades no fueran hegemónicas con respecto a las demás.

El régimen político yugoslavo estaba basado en un complejo juego de equilibrio entre las diferentes burocracias nacionales, y de descentralización administrativa.

El autodenominado "socialismo autogestionario" era una variante de régimen burocrático: permitir un cierto grado de autonomía en cada empresa, y cierto control obrero, siempre y cuando no se pusiera en entredicho los pilares del control desde arriba. En la agricultura el 80% de las tierras se mantenía en manos privadas, permitiéndose incluso la contratación de hasta cinco jornaleros, lo que reforzaba a la pequeña burguesía agraria. En 1965 se tomaron medidas para fomentar la competencia entre las distintas empresas estatales, se renunció a mantener el pleno empleo, y se abrieron las puertas a una emigración masiva hacia Europa Occidental. Por otra parte, desde la ruptura con el bloque del Este, Yugoslavia se vio obligada a abrirse al mercado capitalista; se permitieron inversiones extranjeras en el país, siendo Estados Unidos el primer socio financiero y comercial, y la creciente deuda externa se convirtió en una bomba de relojería (en 1980 era de 2,5 billones de pesetas, y en 1989, después de haber pagado 8,5 billones en nueve años, la deuda seguía siendo la misma).

La burocracia era un freno cada vez mayor al desarrollo económico, y las medidas procapitalistas en la agricultura y la industria actuaron cada vez más, como una cuña.