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Las maniobras de Churchill
En este sentido, Winston Churchill, el primer ministro
conservador de Gran Bretaña, insistió en varias reuniones de los aliados,
especialmente en la Conferencia de Teherán (diciembre de 1943). Su plan era
abrir un frente en los Balcanes, organizando un desembarco similar a los de
Italia y Francia. Con estos desembarcos los imperialistas introdujeron un
elemento disuasorio, para el caso de que la Resistencia comunista se
planteara extender los órganos de poder popular existentes y acabar con el
capitalismo. Caso que no se dio, porque la dirección estalinista de PCF y PCI
era fiel defensora de los intereses de la burocracia en el poder en la URSS.
A los burócratas de Moscú no les interesaba que países avanzados como Italia
y Francia rompieran con el sistema, primero porque eso significaba una
confrontación implacable con el imperialismo (con el que creían posible una coexistencia
pacífica), y segundo porque una economía planificada conseguida a través
de la revolución (especialmente en un país avanzado) hubiera sido difícil de
controlar por parte de los estalinistas soviéticos (como demostraría el caso
de Yugoslavia), e incluso hubiera podido convertirse en un referente para los
trabajadores de la URSS, ferozmente sometidos por la policía política. El
triunfo de la acción de masas en un país siempre llama a la acción de masas
fuera de sus fronteras.
Churchill no convenció a Franklin D. Roosevelt, el presidente
estadounidense, que estaba más preocupado por el arrollador avance del
Ejército Rojo por Europa Central y consideraba prioritario impedir que
Alemania cayera en manos soviéticas y se perdiera para el capitalismo. No
obstante, las tropas británicas, por su cuenta, sí desembarcaron en Grecia en
el otoño de 1944, aunque no se atrevieron a pasar a Yugoslavia (prácticamente
liberada).
Stalin no estaba interesado en una guerra revolucionaria en
Yugoslavia. En el reparto de zonas de influencia por parte de las potencias
victoriosas, Italia, Francia y Grecia correspondían a la zona de influencia
americana y Yugoslavia era un territorio a compartir.
Los desencuentros entre los dirigentes comunistas yugoslavos y
los soviéticos no se empiezan a producir en 1949, año de su ruptura política,
sino en la etapa de la Resistencia. El Gobierno soviético reconoció a
Mijailovic, el dirigente chetnik, como líder de ésta, ofreciéndole
ayuda material e incluso el envío de una misión militar a su cuartel general,
mientras negaba armas a los auténticos partisanos, escudándose en las
dificultades técnicas. Stalin presionó a Tito en repetidas ocasiones para que
fuera más flexible en su programa político, y así llegar a un acuerdo con los
chetniks. Cuando se reúne por segunda vez el AVNOJ (a finales de 1943)
y decide considerarse Gobierno legítimo, frente al Gobierno monárquico en el
exilio, y prohibir a la dinastía Karageorgevic la entrada en el país, los
burócratas soviéticos le dan a Tito un tirón de orejas. Le envían el mensaje
de que Stalin está "extremadamente descontento", y de que esas
decisiones son una puñalada por la espalda contra la URSS, que en ese momento
intenta llegar a un acuerdo con el imperialismo en la Conferencia de Teherán.
Los estalinistas soviéticos no podían entender, en su cortedad de miras
política, lo que los dirigentes del PCY, también formados en la escuela del
estalinismo, comprendían por puro empirismo: desbaratar los comités populares
(es decir, el poder de las masas organizadas), o supeditarlos a los intereses
de los chetniks, de la monarquía o del imperialismo, hubiera sido
colocar la cabeza de la resistencia en la guillotina (y la de muchos
militantes y dirigentes comunistas). Ésta fue la experiencia en Italia,
Francia y Grecia. Y cualquier concesión política de importancia, que
debilitara el poder de los Comités y desmovilizara a las masas, hubiera ido
en ese sentido.
Tras muchas presiones de Stalin y de los aliados, en
septiembre de 1944 el PCY llega a un acuerdo con el Gobierno monárquico en
Londres. Mientras éste rompe con los chetniks, el PCY se compromete a
compartir el poder tras la liberación, a través de un "Gobieno de unidad
nacional", donde la Resistencia sólo tendría dos representantes. Este
Gobierno organizaría un referéndum sobre la forma de Estado. La oposición
burguesa intentaba la misma táctica que en Italia y Francia, utilizar el
inmenso prestigio de los partisanos para "normalizar la situación",
o sea, reducir el poder de los Comités y hacer revivir el Estado capitalista.
Sin embargo, la realidad fue más terca que los sueños reaccionarios
del rey yugoslavo y de Churchill. Sólo dos meses después del acuerdo con los
monárquicos, y legalizando la situación existente, el AVNOJ aprueba la
expropiación de las propiedades del capital alemán y de los
colaboracionistas, que constituye el grueso de la industria.
El 20 de octubre de 1944 Belgrado es liberado por la
concertación de los partisanos con tropas soviéticas y búlgaras. El 15 de
mayo de 1945 toda Yugoslavia está en manos de los partisanos, los campesinos
y los obreros. En marzo se ha formado un Gobierno provisional, donde,
reflejando la correlación de fuerzas (y a pesar del acuerdo de septiembre),
dominan los comunistas y sólo hay tres ministros monárquicos; éstos dimiten
al poco tiempo. En agosto este Gobierno aprueba la división de la gran
propiedad agraria, al 50%, entre el Estado y los campesinos y ex partisanos,
iniciándose un proceso de colectivización de la tierra.
En las elecciones a la Asamblea Constituyente (en noviembre), el
90% de los yugoslavos vota al Frente Democrático (PCY y aliados). En 1946 se
elabora la Constitución, en 1947 se inicia el primer plan quinquenal y en
1948 toda la economía está prácticamente nacionalizada. |